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Cine en Portugal

Breve historia del Cine portugués

Los orígenes

Normalmente se cita la noche del 18 de junio de 1896 como la primera sesión de cine en Portugal. No se trató de la exhibición de ninguna película portuguesa o rodada en Portugal, sino de una muestra de filmaciones de Edison y de los hermanos Lumière ofrecida en el Real Coliseo de Lisboa por Edwin Rousby, proyeccionista conocido como el “electricista de Budapest” a cargo de la empresa del británico Robert William Paul que construía y comercializaba "teatógrafos", luego "animatógrafos".
En realidad, Rousby se encontraba en España realizando su labor comercial para William Paul. Había realizado proyecciones en Madrid los días 11 y 12 de Mayo y tenía compromisos firmados en Barcelona y en otras capitales como Vitoria. En aquel momento la competencia entre los diferentes fabricantes de aparatos de cine -entre ellos el "Lumiere"- era muy grande y Rousby decidió prolongar su estancia an Madrid, al tiempo que rubricó un acuerdo para presentar el proyector en Lisboa a donde se trasladaría en Junio, incumpliendo sus compromisos en España.
Por lo que se sabe, fue tal el éxito de las primeras sesiones, que éstas se repitieron en diferentes puntos del país, incluyendo escenas portuguesas en sus programas. El rodaje de las primeras imágenes en movimiento de Portugal le fueron encargadas al inglés Harry Short. Algo más de tres meses después de la primera sesión pública de cine, era ya posible ver películas como La Boca del infierno, La playa de Algés durante unos baños, El Mercado de pescado de Ribeira Nova, Una corrida de toros en Campo Pequeño.

No iba a ser necesario esperar mucho tiempo para ver el trabajo del primer operador de cine portugués. Aurelio da Paz dos Reis (1862 – 1931), horticultor y comerciante, aficionado a la fotografía, que había presenciado en varias ocasiones las sesiones de Rousby en el Teatro-Circo Príncipe Real de Oporto, descubría en agosto de 1896 una nueva afición que le habría de convertir en el pionero del cine portugués. Viajó a París para adquirir el material necesario y de regreso con un “kinematógrafo” rodó imágenes que proyectó por vez primera el 12 de noviembre de ese mismo año en la misma sala donde meses atrás había asistido a las sesiones del “electricista” húngaro. En el Programa de la sesión realizada en Braga por Paz dos Reis en Noviembre de 1896 se podía leer: "El Kinematógrafo es una adaptación perfeccionada de los aparatos denominados animatógrafo, cinematógrafo,vitagrafo, etc., que hace menos de un año obtuvieron el mayor de los éxitos en todas las capitales donde se exhibió".

Sus primeros trabajos reflejaban la vida cotidiana, característica de las películas de Harry Short y delataban claramente la influencia de los Lumiere. En realidad, de las filmaciones de Paz dos Reis no queda nada. Esta circunstancia complica el trabajo de establecer su filmografía de modo exacto. Como elemento de referencia se toma uno de los programas de la sesión realizada en el Teatro de san Geraldo, de Braga, entre el 21 y el 23 de Noviembre de 1896. No obstante allí aparezcan algunos títulos, que probablemente Paz dos Reis trajera de Francia, como Manobras dos Bombeiros, Lutadores franceses, Dança serpentina Loie Fuller, etc., estudios realizados por A. Videira, a partir de elementos dispersos, han establecido la siguiente lista: Costumes de Aldeia; Marinha no Tejo, saida de dois vapores; Cortejo eclesiástico saindo da Sé do Porto no aniversario da sagraçao do Eminentíssimo Cardeal D. Americo; A Caninha verde; Braga; Barcelos; Coimbra; A Rua do Ouro; Feira de Sao Bento; Jogo de Pau; Saída do pessoal operário da Fábrica Confiança; Feira de gado na Corujeira, etc.

Tras el éxito en Portugal Aurelio da Paz viajó a Brasil para mostrar la nueva técnica, sin embargo, el poco interés suscitado le desanimó y abandonó la empresa.
En 1898, Manuel Costa Veiga funda la primera empresa dedicada enteramente al incipiente sector de las películas, “Portugal Filmes”, radicada en Algés. La excelente relación de Costa Veiga con la familia real le permitió registrar numerosas escenas con la presencia del rey D. Carlos, así como sus desplazamientos oficiales en visitas de Estado. Las imágenes de la estancia del emperador Guillermo II en territorio portugués fueron un ejemplo de gran éxito comercial al ser distribuidas y exhibidas en numerosos países europeos.




Las primeras producciones

Poco a poco el cine deja de ser considerado un fenómeno de circo, un arte de “ilusionistas” para comenzar a ver reconocida su función social y sociológica. En este sentido, es claro el ejemplo del rey D. Manuel II que al acceder al trono, inesperadamente, por el regicidio de 1908, consciente de que su imagen era poco conocida por el pueblo, aceptó ser rodado con frecuencia por Costa Veiga, especializado en el rodaje de documentales, de cuyos trabajos destacan las imágenes de los viajes reales oficiales a España y Francia.
Este uso del cine como instrumento político es también notable en el documental de 1909 de Manuel Cardoso El cacao esclavo y El trabajo indígena en Santo Tomé, considerado por algunos como la primera película enteramente colonial de todo el mundo. La película intentaba lavar la imagen negativa que holandeses e ingleses daban a la explotación del cacao por los portugueses en Santo Tomé y Príncipe al acusarlos de usar esclavos en la tarea.
Fue en 1909 cuando Manuel Cardoso y João Freire Correia (1861- 1929) fundaron “Portugalia Filmes”, desarrollando un valioso trabajo en el campo del documental al filmar acontecimientos tan diversos como el terremoto de Benavente en abril de ese año, o la proclamación de la República el 5 de octubre de 1910.
Si bien, tímidamente, es durante la primera década del siglo XX cuando el cine portugués da sus primeros pasos en el campo de la ficción. En 1907 el actor Lino Ferreira incluye en la revista que representa Ó da Guarda una corta filmación El rapto de una actriz que combinaba la representación teatral con la imagen registrada en una original experiencia precursora de los espectáculos multimedia.



El gran éxito de la primera cinta de acción en todo el mundo, The great train robbery, cuyo principal personaje era el legendario Jesse James, generó la idea de hacer algo semejante en Portugal basándose en una figura mítica del país, el “Temible” bandido Diogo Alves. El proyectó se concretó en 1911 con el estreno de la película de João Tavares (1883-1971), que alcanzó un estruendoso éxito y pronosticó una brillante carrera comercial para su autor.
También fue significativo el éxito comercial de Reina después de muerta, de 1910, película histórica realización del actor Carlos Santos (1871-1949), basada en la legendaria historia de amor entre D. Pedro I e Inés de Castro.
Las dificultades económicas con que se encontraría la República en su primer lustro y la participación de Portugal en la I Guerra Mundial junto a los Aliados supondría un parón en el desarrollo de la industria cinematográfica, periodo durante el cual la producción fue muy reducida y de escaso interés. Solamente la creación de los Servicios Cinematográficos del Ejercito, encargada de documentar la participación portuguesa en el conflicto, dinamizó la producción de películas y desarrolló en ciertos aspectos las técnicas de rodaje.

En 1918 José Leitão de Barros, periodista y profesor de matemáticas, realiza Mal de España y “Malmequer”, revelando gran procupación estética y usando por vez primera en Portugal la técnica del “tintado”, consistente en pintar algunos metros de película de determinados colores, con el objeto de transmitir así los sentimientos de los personajes o, simplemente, para marcar la distinción entre la noche y el día. Leitão de Barros proyecta una tercera película de El hombre de los ojos torcidos, que no se llega a concretar debido a que las estructuras de producción en Lisboa aún están lejos de proporcionar la capacidad de continuidad requerida en el cine.

La situación para la fecha es bien distinta en Oporto, donde el año 1917 marcó el renacimiento de una empresa cinematográfica que había comenzado su actividad cinco años antes de forma bastante insegura.

Invicta Filmes, fundada en Oporto en 1912, en los inicios de la República por Alfredo Nunes de Mattos, pasará de la producción de pequeños documentales como Exercícios dos Bombeiros Municipais do Porto; Monoplano “Commet”; Festas da Aviação em 1912; Visita ao Porto do Presidente da República o Exercícios de Artilharia, de 1914; Chaves, Incursões Monárquicas; Naufrágio do “Silurian”; Plácido Abreu treina-se y Expedição Militar a Angola, un año después; Expedicionários em Campanhã, de 1917, y humorísticos como Frei Bonifacio, a poseer el más completo estudio de cine de toda la Península Ibérica. Aunque la empresa dependía técnicamente del trabajo de extranjeros, particularmente franceses, los temas de sus películas fueron siempre portugueses, centrándose en la literatura nacional del siglo XIX.


La década de los 20

El paso de la década de 1910 a 1920 fue notable con la realización de las novelas La rosa del Atrio, de Manuel María Rodrigues (1847-1899), Los Hidalgos de la Casa Morisca, de Julio Dinis (1839-1871), Amor de Perdición, de Camilo Castelo Branco (1825-1890) y El Primo Basilio, de Eça de Queiroz (1845-1900). Los resultados de estas películas, firmadas por el francés Georges Pallu, dividieron a la crítica, que no siempre supo huir a la tentación de comparar las producciones portuguesas con las procedentes de cinematografías más desarrolladas.
La década de los 20 trajo otro género de películas, de carácter melodramático, donde la descripción de ambientes, básicamente rurales, es más relevante que el argumento. El Italiano Rino Lupo firmará dos obras que conocerán el éxito internacional: Mujeres de Beira, de 1921, y Los lobos, de 1923. El primero realizado para Invicta Filmes, que acabó por ser vencida y cesó en su actividad en 1924; el segundo para Iberia Filmes.
La escasez del mercado nacional, los condicionamientos en la distribución, donde las películas extranjeras ocupaban un lugar preferente, y los costes excesivos de algunas producciones, llevarán a que el llamado “ciclo de Oporto” llegue a su fin y a que el cine portugués entre en una fase de estancamiento.
En mayo de 1926 tiene lugar un golpe militar que acabará por constituir el inicio de un periodo de dictadura al que sólo pondrá fin otro golpe, en 1974. Durante este periodo en el que la censura domina el ámbito de la cultura y de la creación hay que destacar la figura de Reinaldo Ferreira (1897-1937), periodista muy relacionado con ambientes de cierta marginalidad que, en 1927 con sus películas Rito ou Rita?, Vigário Foot-Ball Club, Hipnotismo ao Domicílio y, sobre todo, O Táxi 9297 dio un soplo de originalidad al cine portugués.

Los trabajos de mayor interés de finales de los años 20 tienen la firma de Leitão de Barros, que tras un “interregno” cinematográfico, durante el cual se dedicó al teatro, reapareció con tres brillantes realizaciones, que podría decirse, cierran con llave de oro el periodo de cine mudo portugués.

Nazaré, playa de pescadores, de 1927, combina de modo admirable el espacio geográfico con los sentimientos y las emociones de la comunidad de pescadores. En esta película, Leitão de Barros juega brillantemente con las posibilidades estéticas del blanco y negro, relacionando la claridad a las casas, a la arena de la playa y al cielo, y el negro a las ropas de los pescadores y a las redes.
Dos años después en Lisboa, crónica anecdótica, Leitão recurre a nombres conocidos del teatro de revista portugués para retratar la vida cotidiana de la ciudad.
En 1930, para Maria do mar, Leitão de Barros optó esencialmente por trabajar con actores aficionados y habitantes de Nazaré, con el propósito de dar mayor realismo a las escenas de una película que combina la ficción con el documental.
Muy influenciado por el cine soviético, el director utiliza grandes planos y “dibuja” los personajes con un sentido estético y una sensualidad raros en el cine portugués e incluso en el internacional de aquella época. La vanguardia intelectual se va dejando seducir y cada vez es mayor su apoyo al arte del cine, sobresaliendo los artículos que publica la revista literaria Presença, en especial los firmados por el escritor José Regio (1901-1969).


Aparición del cine sonoro en los años 30

Los años 30 llevaron a Portugal la novedad del cine sonoro. Al inicio de la década los actores y técnicos portugueses se desplazaban con regularidad a París para realizar las versiones portuguesas de los grandes éxitos norteamericanos. La calidad era obviamente inferior a la de los originales, pero los rendimientos económicos no eran nada despreciables, pues las versiones no sólo eran exhibidas en Portugal también en Brasil, donde el cine portugués gozaba de gran aceptación popular.
La primera producción sonora portuguesa no tardó en realizarse.
Leitão de Barros, que se mantiene en primera línea del cine nacional propone llevar a la pantalla grande una pieza de Julio Dantas, fechada en 1901, que narraba la historia de amor (según parece real) entre un noble, el marqués de Marialva, y una meretriz de nombre María Severa Onofriana, que se tornaría figura legendaria por haber llevado el fado, forma musical asociada a las clases más bajas e incluso a la marginalidad, a los salones de la nobleza. Como ningún estudio portugués poseía condiciones técnicas apropiadas para rodar con sonido, La Severa tiene las escenas exteriores rodadas en Portugal y las interiores en París. La sonorización se hizo en París. El éxito de público y crítica fue tal que desde ese momento se iniciaron proyectos para crear instalaciones que permitieran el rodaje de películas sonoras en territorio portugués.

Dado que no todos los cineastas portugueses podían permitirse salir del país para buscar los elementos técnicos necesarios se continuaba a rodar cine mudo, en general de escasa originalidad y limitada aceptación de público y crítica. Una excepción, a nivel artístico lo encontramos en el cortometraje Duero, faena fluvial exhibido junto con La Severa con motivo del V Congreso Internacional de la Crítica celebrado en Lisboa en 1931. Su autor se estrenaba en la realización, si bien ya había tenido contactos con el cine como actor. Venía de Oporto y su nombre era Manoel de Oliveira. Con su documental sobre la actividad del pescador de ribera Oliveira vendría a conocer lo que ha sido una constante durante toda su larga carrera cinematográfica: dificultad de aceptación del público portugués y amplio reconocimiento por parte de la crítica internacional.
En 1932, se inician los trabajos de montaje de los estudios Tobis Portuguesa, apertrechados en gran medida con material llegado de Alemania, de la empresa Tobis Klang Film. Será ahí, antes incluso de que estuvieran totalmente acabados, donde se rodará la primera película sonora enteramente rodada en Portugal. Su director será un arquitecto de renombre, conquistado por el arte del celuloide, que sólo ahora alcanzará mayor notoriedad en ese medio: José Cottinelli Telmo (1897-1948). En el rodaje de La canción de Lisboa participaron nombres relevantes de la cultura portuguesa, como el escritor José Gomes Ferreira (1900-198 ), que participó en el montaje, el pintor Carlos Botelho (1890-1982), ayudante de dirección, y Almada Negreiros, que elaboró dos carteles. Para el elenco fueron invitados algunos de los actores de teatro más célebres del momento, algunos de los cuales se convertirían en mitos, como Antonio Silva (1886-1971), Vasco Santana (1898-1958), Beatriz Costa (1907-1996) y Teresa Gomes (1883-1962). Todos tenían experiencia en el teatro de revista, por lo que cantaban, improvisaban y tenían un registro de humor popular que la película evidencia con diálogos vivos y repletos de doble sentido, una de las técnicas de humor de la revista “a la portuguesa”.

E n la década de los 30 la subida al poder del Partido Nacional Socialista Alemán de Hitler, llevó a Portugal a algunos actores y técnicos alemanes que huían de la situación en su país. La incipiente industria cinematográfica portuguesa, si no al mismo nivel que la alemana, al menos permitió que se adaptasen desarrollando una actividad profesional dentro del mismo área. El primer filme resultante de la colaboración entre alemanes emigrados y portugueses fue Ganado bravo (1934), dirigida por António Lopes Ribeiro (1908-1995). Los técnicos alemanes introdujeron un mayor aprovechamiento de los exteriores y una claridad en la imagen que el sol de Portugal en ocasiones complicaba, al hacer demasiado duras las sombras que los complementos de atrezzo, vestuario o del decorado (sombreros, ramas de los árboles, etc) producían en el rostro de los actores. Ganado bravo consiguió la acogida de público necesaria para mantener activos a los profesionales alemanes, que a raiz de este filme participaron en casi la totalidad de las películas rodadas durante la década.


La variedad de los años 30

Lentamente, el cine portugués se fue caracterizando por una cierta regularidad en su producción. A pesar de que no podían esperarse grandes beneficios, debido a las especificidades geográficas y económicas del país, no hay que olvidar que siempre se contó con el mercado de Brasil, en donde el cine portugués gozaba de gran reputación,lo que le reportaba notable éxito comercial. En 1936 se dio el caso de la película Bocage, firmada por Leitão de Barros que, de ser un fracaso en Portugal, acabó por ser rentabilizada gracias a su éxito en Brasil.

La década de los 30 se distinguió además por la producción de películas de muy diferentes estilos, si bien en muchos de ellos se resaltaba el carácter “auténtico” de la vida rural frente a la artificialidad de la vida urbana, como muestra de los valores ensalzados por el régimen autoritario de Antonio de Oliveira Salazar (1889-1970). Esa apología de los valores “más puros” se encuentra en dos películas de referencia de esta fase, todavía inicial, del cine sonoro portugués: María Papoila y Canción de la tierra . La primera dirigida por Leitão de Barros y protagonizada por una brillante y jovencísima Mirita Casimiro (1918-1970), en el papel de una criada llegada de provincias a la capital. La película inevitablemente concluye con el regreso de la criada a la vida sencilla de su pueblo que preferirá a la artificiosidad de las relaciones humanas y del ambiente cosmopolita de Lisboa. Gracias al éxito de Canción de Lisboa , las producciones que la siguieron solían incluir canciones, muchas veces fuera de contexto, lo que a la larga acababa por desequilibrar su estructura narrativa.
Resulta difícil clasificar el estilo de La canción de la tierra, de Jorge Brum do Canto (1910-1994), relizada en 1937 en la isla de Porto Santo ( Madeira). En realidad, se trata de uno de los filmes más complicados de etiquetar en términos de género de toda la cinematografía portuguesa. Y también uno de los más interesantes.

En 1928, profundamente influido por la estética ligada a la danza, Brum do Canto había dirigido La danza de los paroxismos, que lo mostraba ya como uno de los directores de cine menos convencionales. La canción de la tierra se mantuvo fiel a las expectativas y no defraudó. Teniendo como punto de partida una vulgar historia de amor, la película muestra claramente las difíciles condiciones de vida de los isleños, sujetos a largos periodos de sequía y eternamente condenados a la emigración. Las imágenes tienen una fuerza inusitada con escenas de gran intensidad dramática.
No obstante, el género preferido seguía siendo la comedia, representada en la pantalla por actores de teatro conocidos que encarnaban a tipos populares con los que el público se identificaba.
Una de las comedias más populares de la historia del cine portugués es La aldea de la ropa blanca, de de Chianca de Garcia (1898-1983), que ya había rodado otras dos películas sonoras El trebol de cuatro hojas y La Rosa del Atrio. Rodada en 1938 en los alrededores de Lisboa, fue el resultado de la combinación feliz de un buen trabajo de planificación del escritor José Gomes Ferreira y del montaje del propio Chianca de García, sin olvidar las excelentes interpretaciones del elenco de actores, encabezado por Beatriz Costa.
Los éxitos de los años 40

En el inicio de los 40 el cine vive un momento de gran creatividad y éxito, acentuándose la variedad de géneros que ya se había visto en la década anterior.
De nuevo destaca la producción de comedias, y será en esta década cuando se realicen algunos de los mejores trabajos del género. António Lopes Ribeiro realiza em 1941 El padre tirano y su hermano Francisco Lopes Ribeiro (1911-1984), también actor, El patio de las cantigas. Dos años después es el momento de Arthur Duarte (1895-1982), que había trabajado en los estudios alemanes de la UFA, al adaptar para el cine la obra “O Costa do Castelo”. Hay que decir, que muchas de las producciones de la época eran adaptaciones de obras de teatro ya representadas y, por lo tanto, conocidas y aplaudidas por el público. Así pasaría con dos clásicos de la comedia portuguesa: La vecina de al lado (1945), de Lopes Ribero, y El león de la Estrella (1947), de Arthur Duarte.

Dos películas más, de principios de los 40, se sitúan entre los clásicos del cine portugués. Se trata de Aniki-Bobó, primer largometraje de Manoel de Oliveira y Ala arriba, una realización de Leitão de Barros ambientada en el seno de la comunidad pescadora de Póvoa de Varzim.
Aniki-Bobó, primer largometraje de Manoel de Oliveira, producido por António Lopes Ribeiro, tenía la particularidad de tener como protagonistas a niños de la zona de la ribera de Oporto, que vivían el mundo de los adultos como un juego (el título está sacado de una cantinela que se usaba en el juego de “policías y ladrones” para elegir a los componentes de cada equipo), en el que el miedo era el principal enemigo. El público no acudió a ver esta película diferente (para algunos exponente del cine neo-realista), que curiosamente obtendría veinte años después, el Diploma de Honor del II Encuentro de Cine para la Juventud de Cannes, en 1961. Anteriormente, al poco tiempo de su finalización, Ala arriba, había sido premiada, siendo la primera película portuguesa que recibía un premio internacional, en este caso la Copa Volpi de la Bienal de Venecia de 1942. Una década después de haber filmado las costumbres y los dramas de Nazaré, Leitão de Barros volvía al universo de la vida de los pescadores, si bien ahora en Póvoa de Varzim, escenario de una historia de amor, marcada por la rivalidad entre castas.

Los años 40 en Portugal, como ya quedó dicho, fueron de lo más variado por lo que a producción cinematográfica se refiere. Surgió un tipo de película que hacía apología de los modos de vida más simples, incluso de la pobreza. Títulos como Un hombre hecho y derecho, de Jorge Brum do Canto, Ave migratoria y Sierra Brava, ambas de Armando Miranda, o Tres días sin Dios, esta última firmada por la actriz Bárbara Virginia, que reproducía en la pantalla, sin gran originalidad, un Portugal de costumbres sobrias, donde los cambios experimentados en Europa y en mundo en general tras la II Guerra Mundial poco o nada se dejaban notar.
En 1947 se estrena Capas Negras, rodada casi íntegramente en Coimbra por Armando de Miranda, actor y director en constante actividad. Un año después se estrena Fado –historia de un canto-, firmado por Perdigão Queiroga (1916-1980). Ambas películas permanecieron durante varios meses en cartel, gracias también a la música inspirada de los compositores Federico Valério, Federico de Freitas o Raúl Ferrão, nombres de teatro que llevaron de nuevo su conocimiento a un cine formalmente poco innovador pero eficaz para captar al público.



Tiempos de crisis en los años 50

El éxito de estas dos películas musicales citadas en el epígrafe anterior y la creciente popularidad de Amalia Rodrigues en Brasil, no paso desapercibida para Leitão de Barros, que pensó en una gran coproducción luso-brasileña que tuviera como tema la vida del poeta Castro Alves, en concreto su lucha antiesclavista y su pasión por la actriz portuguesa Eugenia de Câmara, papel que interpretaría Amalia Rodigues. La película "Vendaval Maravilloso" no fue bien recibida por crítica y público y acabó en el olvido, hasta el punto de que hoy sólo ha sido posible recuperar pequeños fragmentos de la misma tras un incendio que asoló el local de la productora brasileña donde se almacenaba.
La crisis, que ya tomaba visos de realidad, se fue agravando, fruto también de la cada vez mayor presión de la censura, que en los años 50 y 60 llegaba a mutilar de tal modo las películas que, en ocasiones, acababan por ser irreconocibles y completamente ininteligibles.

L los 50, tomando el relevo algunos ayudantes de dirección, en ocasiones de un modo bastanteos directores de prestigio se fueron alejando de la realización, especialmente en la década de rudimentario, lo que acentuaba su inferioridad frente a las producciones extranjeras. De este periodo es de justicia citar a Manuel Guimarães (1915-1975), que con sensibilidad y buen gusto firma Saltimbanquis, sobre el periodo de decadencia de un pequeño circo ambulante.
La mayor novedad que produjo la década de los 50, dominada por la falta de imaginación y de medios, fue la aparición de cineclubes y la apertura al público de la Cinemateca portuguesa, en 1958. Fue también la década de la reaparición de Manoel de Oliveira tras una estancia en Alemania estudiando las cuestiones técnicas relativas al uso del color. En 1956 presenta el documental El pintor de la ciudad, sobre la obra del pintor Antonio Cruz, y tres años después el medio metraje El pan, sobre lo que podríamos llamar el ciclo de la simiente, desde su fecundación hasta convertirse en pan.
En este periodo, el Estado se muestra favorable a la creación de la televisión, a la que ve como un instrumento propagandístico que difunda documentales que elogien al régimen. A pesar de ello, hay que destacar la oportunidad que el Consejo del Cine ofreció a algunos jóvenes cineastas para salir al extranjero a seguir cursos de formación, al tiempo que la televisión proporcionaba, principalmente en el campo del reportaje, el contacto y conocimiento de material técnico moderno.